sábado, 23 de diciembre de 2017

Reseña crítica de la novela Orlando

EVOLUCIÓN DEL ESPÍRITU

                                                                                                         Por: Alejandrina Castañeda

Uno de los frutos mas significativos de la literatura inglesa ha sido la producción de Virginia Wolf (1882-1941), con El cuarto de Jacob (1922), La señora Dalloway (1925), Al Faro (1927), Orlando (1928), Las Olas (1931), entre otras. Aquí me ocuparé del amor, la poesía, la transformación, el deseo, coexistencia de contrarios, inmortalidad y belleza justo con una de sus novelas, en donde el tiempo no es una realidad establecida convencionalmente, sino también puede ser una figuración, donde el consciente y el inconsciente, no sólo pueden sorprender al protagonista de la narración, sino a su propio testigo al otro lado de la lectura, el receptor activo de imaginación y de incertidumbre constante, es decir, testigo de todo aquello que provoca la novela titulada Orlando.

HOMBRE
            Orlando es un personaje que da la impresión de ambigüedad, dotado de facciones, comportamientos y de cualidades masculinas y femeninas. Durante todo el relato se hace énfasis, por medio de las descripciones, de su belleza, de una juventud eterna y  admiración a su porte, nobleza, trato, pero sobre todo,  a sus piernas. Todos los adjetivos calificativos que lo rodean se fusionan en la imagen que emana de él.
            El narrador-biógrafo, en varias ocasiones se dirige directamente al lector, con opiniones, preguntas, afirmaciones, al mismo tiempo que cuenta la historia de Orlando, desde la época isabelina hasta principios del siglo XX, la cual comprende desde un adolescente de 16 años hasta cumplir los 36 años convertido en un ser totalmente independiente. Es posible que este recorrido temporal, sean siglos que vivió Orlando a través de la literatura, de sus lecturas, de su conocimiento y vajage cultural como una ensoñación, y su tiempo real-presente fuera 1928, fecha en que la historia llega a su fin mas no el fin de Orlando.
            Esta insinuación de inmortalidad, el hecho  de vivir cuatroscientos siglos, es parte de la totalidad  que lo envuelve y, por supuesto, de la tradición mitológica de la que por cierto era un asiduo lector. Durante el relato me remite a relacionar a Orlando con Narciso por su gran belleza, al divino Tiresias por sus distintos roles de hombre y de mujer, y también recordar a Dorian Gray por su eterna juventud, sólo que en esta ocasión, su retrato así como él mismo, jamás envejecen.
            Hombres y mujeres quedaban fascinados con Orlando, y es que independientemente de su sexo, su alma y su espíritu fusionados en uno solo, oscilaban entre opuestos de femenino y masculino; su poder se connotaba por la coexistencia de ambas identidades, al grado de provocar en otras personas el deseo de conquistarlo/a a través del disfraz, del disfraz del otro.
            Esa sensibilidad sobrecogedora que lo caracterizaba, lo hundió en un sueño profundo, y tal y como una crisálida, donde se da lugar a la metamorfosis, que representa un estado transitorio entre dos etapas, conlleva así la aceptación de un nuevo estado de una condición de plenitud. Un capullo espiritual es el aura de Orlando en dos momentos de su vida, en sus rupturas de equilibrio; justo después de siete días Orlado despierta, primero con un deseo de soledad y renovación material, sentimental e intelectual y, en su segunda ocasión, en una transformación de su físico.

MUJER
            Justo a los 30 años “sus formas combinaban la fuerza del hombre y la gracia de la mujer.”[1] Su capacidad de amar traspasaba no sólo a hombres y mujeres, sino se prolongaba a la poesía, animales, flores, en fin… a la naturaleza.
            La trasgresión no sólo es un cambio abrupto de su sexo, sino en la ideología sobre el amor, la lectura, los poetas, la burguesía, status social, el rol de la mujer y del hombre que Woolf entremezcla en voz del biógrafo.
            Su transformación se ciñe  al aspecto físico, pues todo su desarrollo siempre es un vaivén de los masculino y lo femenino, y no sólo en la vestimenta, es decir, llega un momento en que Orlando parecía disfrutar el juego de vestir de ambas formas conociendo gradualmente el interior de una mujer, después de haber vivido con un rol netamente masculino. Orlando recapacitaba y le  costó algún tiempo asumir su nuevo rol, y aunque era la misma persona, sus actitudes, su fortaleza, las costumbres y, sobre todo, el espíritu de la época, la hacían sumergirse en una realidad convencional, donde las mujeres aún no eran dignas de ser portadoras de un lenguaje poético plasmado en algún libro o en una simple conversación
            Orlando tenía hambre de amor, de completar su poema que se escribía con los siglos, hambre de compañía, de estar completa, de gloria…
            Su cambio de sexo provoca una neutralización de su forma de concebir a una mujer, había actitudes que como hombre no podía hacer sin ser juzgado. Hay una búsqueda constante en Orlando pero… ¿qué busca? ¿qué logra? Primero, solo en su juventud, siguiendo las reglas de un noble como su status lo marcaba, comprometido por convenio y enamorado profundamente de una extranjera, comienza a ser un trasgresor; tal vez sólo por seguir sus deseos, de amar, de escribir. Su cambio de sexo también es una trasgresión, pero ésta se manifiesta en una crítica a la sociedad, al comportamiento arquetípico de una mujer y todavía con el vacío de su poema que faltaba por terminar. Su ideal iba más allá de las obligaciones de un embajador, lord, o lady, más allá de diferencias sexuales.

ANDRÓGINO
            El símbolo del andrógino ha sido representado en varias expresiones artísticas, cada una de ellas aporta su propia concepción según su contexto, sus propios objetivos y medios para dicha representación. Hay que mantener siempre presente que el sentido fundamental de un símbolo “no es siempre evidente y no puede ser el mismo para cada área cultural; por ello la interpretación del símbolo debe inspirarse no solamente en la figura, sino en su movimiento, en su medio cultural y en su papel particular”.[2] Orlando como ser andrógino no es su característica a priori, sino que lleva un proceso; éste símbolo representa la coexistencia de los contrarios, una  evolución del espíritu, que remite a cuestionar lo femenino y lo masculino en una sociedad a través de los siglos.
            Aún y cuando un andrógino es independiente, no le hace falta nada, a Orlando le faltaba completar ese proceso para llegar a la totalidad, e inmersa en su contexto, la llevó a elegir un marido que en su interior femenino complementara a Orlando y su interior masculino
            Es su nueva condición de totalidad  que la lleva a superar deseos efímeros, como la sexualidad o la fama literaria,  banalidades de belleza y logros como la inserción de su vida matrimonial como parte de su contexto del espíritu de la época.
            ¿Qué características de Orlando se relacionan con las del andrógino?
♀♂   Su aspecto físico, aunque sin duda hombre al principio y después mujer, no dejaba de confundir y atraer a quien pudiera contemplarlo/a aún a través de su retrato.
♀♂      El hecho de haber dormido siete días y siete noches, pues el siete es un número simbólico en varias culturas, de la totalidad, el final de un proceso perfecto, el tiempo necesario para completar un ciclo.
♀♂    Su inmortalidad, aunque por los recursos literarios utilizados, me hace sumergirme en una constante incertidumbre por los acontecimientos fantásticos dentro de la narración cronológica. Por esto mismo, hay momentos que me hace dudar de su longevidad, pues pasan cuatro siglos y ella tiene 36 años, hay personajes que mueren y otros no, y la acción repentina de estar en 1928.
♀♂      Su heterosexualidad, tenía muy claro sus gustos y deseos tanto de hombre como de mujer
La novela deja una diversidad de causas y consecuencias abiertas a varias interpretaciones sin llegar a una conclusión absoluta. La ambigüedad de Orlando es también la ambigüedad de la novela.

FINAL ABIERTO
            La historia termina el once de octubre de 1928, y finaliza abruptamente como lo fue su cambio de sexo; aunque ¿por qué a nadie le sorprende su transformación? El cambio de sexo no le perturba ni a él ni a la gente que lo rodea; tal vez sea una condición dada de su ser, como parte del renacimiento a un vaivén sexual poético como un himno a la totalidad. Hay una influencia del psicoanálisis al disponer de varios “yo’s” de Orlando, y una divagación que pareciera un leit-motiv el hecho de mirar a través de la ventana.
            ¿Qué imagen del andrógino se refleja de esa época, principios del XX?
            No puedo asegurar los atributos de un andrógino a Orlando, ciertamente se habla de una evolución de su espíritu, de esa anulación de contrarios, ambigüedad y no sólo física, sino de actitudes y objetivos; pero el hecho de haber tenido un hijo confunde la independencia del ser andrógino. Es clara la soledad de Orlando que le hace sentir la necesidad de casarse, pero también puede ser una ironía de Virginia Wolf al no poder huir o traspasar el contexto histórico al cual pertenece, a no ser por medio de la trasgresión.
            Aún y cuando la adaptación cinematográfica de esta novela sea por demás interesante, sobre todo por su producción de escenografía y vestuario, no hay tanta riqueza de complejidad que si logra la novela, y por lo tanto un final abierto.

BIBLIOGRAFÌA
·      Chevalier Jean y Alain Gheerbrant, Diccionario de símbolos, Barcelona, Herder, 1986
  • Perea Sabino, El sexo divino, Madrid, Aldebarán Ediciones, 1999, 256p.
·      Platón, Diálogos, Madrid, Gredos, 1984
  • Wolf Virginia, Orlando, México, Editorial Alianza, 2003, 227p.



[1]  Wolf Virginia, Orlando, México, Alianza Editorial, 2003, p.96
[2]Chevalier Jean y Alain Gheerbrant, Diccionario de símbolos, Barcelona, Herder, 1986, 1107p

1 comentario:

  1. Maestra, le escribe un Ciproso (actual):

    Concuerdo con su perspectiva sobre la ambigüedad; le comparto que, a mi parecer, Orlando es una crítica a los modos y costumbres sociales, muy particularmente a los de género. Woolf aprovecha ese largo pasar de Orlando por el tiempo para exponernos y hacer énfasis de las distintas costumbres a lo largo de las épocas (e incluso en distintos lugares, ejemplo sería cuando Orlando es embajador en Constantinopla). Queda imaginarnos como sucedería la historia si en lugar de transformarse de hombre a mujer, lo hubiera hecho en sentido opuesto. ¿Cambiaría el objeto de la crítica?
    Excelente reseña por cierto.

    -X

    ResponderEliminar